El PAV en las cárceles

 

PAV Marcus Garvey

El PAV en las cárceles

Alely Pinto

Resumen

El Programa Alternativa a la Violencia (PAV), inspirado en principios cuáqueros, inició en 1975 en prisiones de Nueva York y se ha adaptado globalmente. En Costa Rica, con apoyo del Centro de Estudios para la Paz, se implementó en 1990 con talleres para funcionarios penitenciarios, siendo pionero en este enfoque. Desde 1992, se integró al plan de desarrollo institucional, buscando reducir violencia y fomentar relaciones pacíficas dentro de cárceles. El PAV promueve la transformación personal y social de internos, mejorando su convivencia y reinserción, y capacita a funcionarios, fortaleciendo su desempeño y relaciones con privados de libertad.

 

El PAV en las cárceles 

Desde hace tres años, gran parte del trabajo del Centro de Estudios para la Paz se dirige al sistema penitenciario por medio del Programa Alternativa a la Violencia, PAV.

El PAV está inspirado en los principios y tradiciones cuáqueros y se inició en 1975 a petición de unos internos de la prisión de Green Haven, estado de New York. Se trataba de un plan piloto mediante el cual, adultos internos ayudarían a unos jóvenes delincuentes a transformar sus vidas.

El Programa Alternativa a la Violencia fue desarrollado en y para las cárceles pero también se ha adaptado para el trabajo en comunidades y hoy se ha extendido a muchos estados y países. Naturalmente que, a medida que ambos Programas se van extendiendo, se enriquecen con la experiencia de otras culturas, otros lugares y otras situaciones.

En marzo de 1990, con el apoyo del Centro de Estudios para la Paz, se hicieron los primeros Talleres en el Sistema Penitenciario de Costa Rica para un grupo de funcionarios. Martha Moss, insigne facilitadora de este Programa de los Estados Unidos y quien ha vivido muchos años en Costa Rica, hizo esta primera capacitación en Latinoamérica.

En la historia del PAV, esta fue la primera que el Programa se dio a empleados de un sistema penitenciario pues, en todos los países donde existe, se ha capacitado solamente a privados de libertad.

El trabajo se intensificó a partir de 1992 cuando la Máster Tatiana Facio, Asesora de la Ministra, y el Lic Alexander Obando, Director Nacional del Área de Convivencia, valoraron el potencial del PAV dentro del nuevo plan de Desarrollo Institucional.

Todos sabemos que nuestras cárceles son focos de violencia y escuelas de delincuencia donde, muy raras veces, el individuo encuentra la oportunidad de transformar su vida. En los últimos años, por ejemplo, se han producido amotinamientos y crímenes.

Es importante contar con una política penitenciaria encaminada a la transformación del individuo y a su liberación de la violencia, primero. Esto le permite aprovechar más los recursos humanos y materiales existentes los cuales, aunque no sean en este momento los ideales, pueden cambiar el rumbo de su vida. Cuando capacitamos a los privados de libertad para convivir en paz dentro de la prisión, también su reinserción a la sociedad será más positiva. Es en estos dos aspectos en los cuales el PAV brinda una ayuda especialmente importante. En una reciente entrevista, el Lic. Obando manifestó:

“Buscamos disminuir el impacto de la cárcel sobre la persona”.

“Aspiramos al mejoramiento de las relaciones interpersonales entre los sujetos que interactúan en las cárceles de nuestro país, a bajar los niveles de violencia y a que el impacto de la cárcel no sea tan fuerte sobre la persona. Creemos que el Programa Alternativa a la Violencia, PAV, es fundamental para alcanzar esos objetivos”.

“Para nadie es un secreto que en la misma Reforma ha habido muertes. Sabemos que la cárcel, por su naturaleza, es una institución totalmente violenta donde prácticamente toda la vida del ser humano recluido está regulada por la institución. Hasta en los pormenores y detalles de la vida cotidiana hay supervisión”.

“De allí – indicó el funcionario – que nuestros esfuerzos deben dirigirse a bajar los niveles de violencia en el interior de las cárceles, a procurar que el internamiento no deteriore al ser humano, más bien, que lo pueda reformar. En el Plan de Desarrollo Institucional se rompe con las concepciones del interno como enfermo y se busca desarrollar más acciones de carácter preventivo dentro del marco de los Derechos Humanos.”

“Creemos que la participación de los internos en los talleres que realiza el PAV conduce al mejoramiento de las relaciones interpersonales entre los sujetos y les permite canalizar sus inquietudes y problemas utilizando el diálogo y la acción noviolenta. Además, la capacitación de los funcionarios del sistema en el PAV mejora las relaciones interpersonales entre los empleados de las cárceles y les gratifica en su desempeño profesional. Esto se traduce en una mejor relación funcionario – interno”, concluyó el Lic. Obando.

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