Educación para la paz: La educación superior como espacio de inclusión e igualdad

Educación-Paz-UNED

Educación para la paz: La educación superior como espacio de inclusión e igualdad

Education for peace: Higher education as a space for inclusion and equality

José Daniel Romero Alvarado

daniel@ceppacr.org

Código ORCID 0000-0001-9142-5167

Resumen

El artículo analiza el papel estratégico de la educación superior en la promoción de una Cultura de Paz, concebida como un proceso continuo de construcción de relaciones justas e inclusivas. A partir de la Ley N.º 7727 y aportes teóricos como los de Galtung y Bisquerra, se destaca que las universidades deben ir más allá de la transmisión de conocimientos y asumir un compromiso ético con la formación ciudadana, la resolución pacífica de conflictos, la educación emocional y la comunicación no violenta. La inclusión de currículos sensibles a los derechos humanos, metodologías participativas y espacios de diálogo son esenciales para transformar los entornos educativos. Las universidades también deben proyectarse socialmente, vinculándose con las realidades territoriales y fomentando la justicia cognitiva. Educar para la paz, según el artículo, no es una opción secundaria, sino una necesidad urgente para construir sociedades más democráticas, equitativas y cohesionadas desde la educación superior.

Abstract

The article analyzes the strategic role of higher education in promoting a Culture of Peace, conceived as a continuous process of building fair and inclusive relationships. Based on Law No. 7727 and theoretical contributions such as those of Galtung and Bisquerra, it highlights that universities must go beyond the transmission of knowledge and assume an ethical commitment to citizenship training, peaceful conflict resolution, emotional education, and nonviolent communication. The inclusion of human rights-sensitive curricula, participatory methodologies, and spaces for dialogue are essential for transforming educational environments. Universities must also project themselves socially, connecting with local realities and promoting cognitive justice. According to the article, educating for peace is not a secondary option, but an urgent necessity for building more democratic, equitable, and cohesive societies through higher education.

Educación para la paz: La educación superior como espacio de inclusión e igualdad

Introducción

El Artículo inicial de la Ley N° 7727 sobre Resolución Alterna de Conflictos y Promoción de la Paz Social (RAC) establece que;

Toda persona tiene derecho a una adecuada educación sobre la paz, en las escuelas y los colegios, los cuales tienen el deber de hacerles comprender a sus alumnos la naturaleza y las exigencias de la construcción permanente de la paz.

Como se observa, esta frase no proviene de una utopía, sino de nuestra legislación nacional. 

Siguiendo esta línea, la universidad no debe concebirse únicamente como un espacio de producción del conocimiento, sino también un entorno donde se forja la ciudadanía, se práctica la convivencia democrática y se impulsa la transformación social. La educación superior por tanto, desempeña un papel estratégico en la promoción de una Cultura de Paz, entendida como un proceso sostenido de construcción de relaciones justas, inclusivas y equitativas, en coherencia con los derechos humanos y los valores democráticos.

     1. La universidad como promotora de una Cultura de Paz y derechos humanos

¿Que significa realmente construir una Cultura de Paz desde la Universidad?

Las instituciones de educación superior poseen un enorme potencial de generar condiciones estructurales de paz mediante el acceso equitativo al conocimiento, la formación en valores democráticos y el respeto a la dignidad humana.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Cultura de Paz no es simplemente la ausencia de conflicto armado, sino un estado positivo de justicia, cooperación y respeto mutuo que se manifiesta en todas las escalas, desde las relaciones interpersonales hasta las internacionales.

En este sentido, la universidad debe asumirse como un actor social con responsabilidad ética en la construcción de sociedades más justas. Promover una Cultura de Paz implica transversalizar los derechos humanos en los planes de estudios, adoptar políticas inclusivas y avanzar hacía lo que Johan Galtung define como paz positiva, ‘‘la presencia de justicia social, equidad y armonía y no solo la ausencia de violencia directa’’.

La universidad no puede limitarse a enseñar, debe también practicar la paz en sus estructuras, decisiones y relaciones. La expansión de los estudios de paz en el ámbito universitario fortalece el reconocimiento del papel formativo de estas instituciones, tanto en la formación académica como en la dimensión humanística del estudiantado así como en el desarrollo de habilidades socioemocionales del personal docente.

    2. Resolución pacífica de conflictos en contextos educativos 

Uno de los principales elementos de la Educación para la Paz, es la resolución alterna de conflictos, como se observaba en la introducción la mención del concepto en nuestra legislación es en la Ley sobre Resolución Alterna de Conflictos.

Aquí lo importante es pensar como vemos el conflicto ¿Lo vemos como una amenaza… o como una oportunidad de cambio?

El conflicto es inherente a la condición humana y puede interpretarse como una señal de cambio necesario. El investigador Johan Galtung recurre a la figura del dios hindú Shiva, quien destruye para dar paso a la creación, como metáfora del potencial creativo del conflicto.   

Albert Einstein advertía que, pese al surgimiento de la era nuclear, la humanidad aún no había cambiado su forma de pensar. Su reflexión subraya la necesidad de replantear el conflicto de forma constructiva y no violenta.

Lamentablemente, muchas universidades reflejan los patrones destructivos de nuestra sociedad, debido a la falta de herramientas para manejar los conflictos de manera creativa. Enseñar a las y los estudiantes habilidades para la resolución pacífica y constructiva de conflictos podría reducir su vulnerabilidad ante desórdenes emocionales,  violencia, suicidio y otros comportamientos antisociales.

En este sentido, la educación superior debe promover una cultura institucional de resolución no violenta, basada en relaciones reales, sostenibles y respetuosas. Como destacan Cremin y Sellman (2013);

La formación en resolución de conflictos permite a las y los estudiantes adquirir habilidades prácticas para el análisis, la gestión y la transformación de disputas, contribuyendo a una convivencia más saludable en los espacios educativos.

Este proceso también requiere la formación continua del personal docente en metodologías de Educación para la Paz, con el fin de construir comunidades universitarias cohesionadas y resilientes.

    3. Educación emocional y comunicación

Otros dos elementos importantes de la Educación para la Paz son la Educación emocional y la comunicación.

En un contexto de creciente polarización y estrés social, la educación emocional cobra especial relevancia en el entorno universitario. Factores como la precariedad económica, las presiones sociales y las tensiones personales afectan tanto a estudiantes como a docentes, deteriorando la calidad de la comunicación y las relaciones interpersonales.

   Rafael Bisquerra (2003) define la educación emocional como; 

Un proceso educativo continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo humano.

Estas competencias son claves para afrontar los desacuerdos, el estrés y los desafíos cotidianos de la vida académica.

Asimismo, la comunicación, entendida desde su raíz latina communicare (compartir algo, poner en común), es fundamental en cualquier proceso de convivencia. Promover una comunicación empática, clara y no violenta favorece la creación de espacios donde las diferencias se convierten en oportunidades de aprendizaje y crecimiento colectivo. 

Ese compromiso con  la Educación para la Paz resulta aún más urgente en el contexto actual, marcado por el auge de discursos de odio, polarización política, exclusión y violencia estructural.

 Por lo tanto, la gestión emocional y la comunicación no violenta deben ser pilares de la vida universitaria y de la vida en general, ya que donde hay comunicación clara y emocionalidad consciente, hay más paz y menos confrontación innecesaria.

     4. Prácticas en entornos educativos 

Aunque la pregunta es ¿Cómo pasamos de la teoría a la acción?

Lo primero es tener claro, que incorporar la educación para la paz en las universidades va más allá de ofrecer cursos o talleres. Implica transformar la forma en que se enseña, se investiga, se convive y se interactúa con las comunidades. Para ello, se requiere:

Ø  Currículos sensibles a la paz y los derechos humanos, que integren enfoques éticos, críticos y reflexivos en todas las disciplinas.

En este marco, las iniciativas de Trabajo Comunal Universitario, los programas de formación en resolución de conflictos y cultura de paz, así como los espacios académicos que abordan problemáticas sociales desde una perspectiva crítica e inclusiva, constituyen expresiones concretas del compromiso institucional con la Educación para la Paz.

Conclusión 

Educar para la paz en la universidad no es una tarea superficial ni optativa. Implica una transformación profunda de las relaciones, estructuras y prácticas institucionales. Apostar por una Cultura de Paz en la educación superior es, en esencia, apostar por sociedades más inclusivas, democráticas y justas. 

Como afirma Boaventura de Sousa Santos (2006); 

La universidad del futuro no puede ser una torre de marfil, debe ser una institución comprometida con la democratización del saber, la justicia cognitiva y la lucha contra la exclusión.   

Educar para la paz  no es un lujo, ni una preocupación secundaria. Es una necesidad estratégica y urgente. La educación superior tiene la responsabilidad de formar personas no sólo competentes en lo técnico, sino también comprometidas con la dignidad humana, la justicia y la convivencia pacífica. 

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