Violencia de género: la triada de las violencias

 

Violencia de género

Violencia de género: la triada de las violencias

Gender violence: the triad of violence

José Daniel Romero[1]
jdromero0698@gmail.com
Código ORCID 0000-0001-9142-5167

Mónica Cárdenas Miranda[2]
monicardenasmir@gmail.com
Código ORCID 0000-0001-6237-5711

Resumen

El presente es un ensayo sintético en el que se analiza desde las tres teorías del triángulo de la violencia (directa/estructural/simbólica) la llamada violencia de género, identificando ejemplos, mediante la metodología de aproximación al problema y el análisis de paradigmas de la realidad en donde se ven representadas y entrelazadas estas teorías en la violencia de género.

Abstract

This is a synthetic essay in which the so-called gender violence is analyzed from the three theories of the triangle of violence (direct/structural/symbolic), identifying examples, through the methodology of approach to the problem and the analysis of paradigms of reality where these theories are represented and intertwined in gender violence.


Violencia de género: la triada de las violencias

En nuestra realidad cotidiana nos encontramos frente a un mundo plagado de violencia. Es frecuente percibir homicidios, y privaciones de libertad o de necesidades vitales, encontrando entre los grupos que históricamente han sufrido más este tipo de violencias a las mujeres, quienes, a pesar de estar pasando una transición hacia una mayor visibilidad de los distintos tipos de violencia sufrida, estos no dejan de ser un fenómeno alarmante en nuestra sociedad, en el que lógicamente se ven vulneradas mujeres, pero que también afecta a hombres.


Esta violencia la encontramos de diversas formas, que pueden llegar a analizarse y clasificarse desde diversas teorías, en función de la forma en la que se produce el delito (La Parra y Tortosa, 2003), entendiendo delito no solo como un acto de comisión de un daño físico a otra persona (violencia directa), sino también cuando la sociedad sitúa mediante omisiones a otros miembros de la sociedad en situaciones de vulnerabilidad inevitable (violencia estructural).
   

Es por eso que en el presente ensayo nos centramos en analizar la violencia de género desde las violencias directas, estructurales y simbólicas, de manera que podamos conocer si en ella convergen estas tres categorías de violencia y, por ende, si podrían aplicárseles. Para ello, se aplica una metodología de aproximación al problema mediante experiencias personales cotidianas y de nuestra realidad social. 


El término violencia de género es tan reciente como el reconocimiento delictivo del maltrato hacia las mujeres, y es atribuido a “(...) la expresión general empleada para capturar la violencia que se produce como resultado de expectativas normativas sobre los roles asociados con cada género, junto con las relaciones desiguales de poder entre los dos géneros, en una sociedad específica” (Bloom, 2008). Esto implica manifestaciones que vulneran de algún modo los derechos humanos.
   
Este tipo de hechos se encuentran en diferentes ámbitos de nuestra realidad, forman parte del actuar de los individuos, manifestándose en el ejercicio violento de una persona a otra mediante pensamientos, palabras, gestos o acciones. Este tipo de violencia es conocida como violencia directa que, a diferencia de otras que se abordan más adelante, por esta forma de expresarse es más fácilmente visible, y puede corresponder a formas de violencia como la violencia física, verbal y psicológica, en las cuales hay tanto una víctima como un autor o perpetrador de la violencia plenamente reconocibles.    

En este sentido, una de las expresiones más frecuentes de la violencia directa es la violencia doméstica. En su mayoría hemos crecido viendo a nuestras abuelas o madres ser amas de casa sometidas a la autoridad de sus esposos, sumisas y temerosas de los patriarcas de la casa. Nos acostumbramos a escuchar gritos, malos tratos e insultos como represalias por cuestiones absurdas como que la comida no esté lista cuando vuelve el abuelo de la casa, que la comida estaba simple o salada, e incluso hemos sido testigos de cuando nuestras abuelas o madres eran golpeadas por las noches por negarse a mantener relaciones sexuales con sus parejas. Crecimos viendo cómo el hogar era la compilación perfecta de todas las formas de violencia directa, maltrato físico y verbal.        
 
Siguiendo esta línea de abordaje representativo de la violencia directa dentro de la propia violencia de género, encontramos el ejemplo por excelencia de los femicidios, delito que diversas autoras como Diana Rusell, Julia Monárrez, Marcel Lagarde, entre otras, catalogan como la violencia más extrema que enfrentan las mujeres en el mundo, en el que a una mujer se le asesina por el hecho de ser mujer, es decir, por razones de su género.

El nivel elevado de las cifras que representan la muerte de mujeres por este delito, más allá de ser un indicador que, como nos comentó Carranza (comunicación personal, 02 de febrero de 2023) ‘‘(...) es el denominador más representativo de la violencia directa’’; constituye una alerta inminente, de la necesaria prevención y persecución en países de nuestra región. Sin ir lejos, México, según datos obtenidos por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de México, es el país latinoamericano con mayores cifras de muertes por femicidio con un total de 1,006 femicidios en 2021 (2022, p.2). Seguido de Guatemala, en el que se presentaron 544 femicidios en el año 2021 (Ministerio Público, 2022). Por su parte, en Costa Rica según el último análisis de la Subcomisión Interinstitucional de Prevención del Femicidio realizado en 2022, señala que en el país hubo 21 femicidios (42%), de un total de 50 muertes violentas de mujeres, es decir 1 por cada 100,000 mujeres, estadísticas que lamentablemente solo representan la punta del iceberg de este fenómeno.  

De la misma manera, la violencia de género puede formar parte de nuestra realidad de formas menos latentes, es decir, manifestada de forma estructural, como establecen La Parra y Tortosa, y corresponde a “(…) una forma de violencia menos directa, más difícil de visualizar, en la que no siempre es sencillo identificar al agresor («la sociedad»), o llegar a conocer a la víctima”.
   
Resulta complejo, por ejemplo, determinar quién es el autor de un escenario de violencia donde una mujer tiene acceso casi nulo a oportunidades laborales y es cuestionada su capacidad de realizar las mismas tareas que un hombre por el hecho de ser mujer, pues existe una gran cantidad de sujetos involucrados en el hecho de que esta mujer pierda oportunidades laborales, y esta, a su vez, es cuestionada diariamente por tantas personas que resulta imposible determinar un autor específico de la violencia. Esta violencia es producto de una estructura dentro de la sociedad que asigna a la mujer y al hombre roles de género, y se justifica bajo la lógica de que “el trabajo lo puede hacer de manera más eficiente el hombre porque sí”, o el típico cuestionamiento a la capacidad de la mujer de efectuar determinadas tareas por considerarlas “seres emocionales”.    

Asimismo, la violencia estructural se manifiesta en los roles de género, al designarse a la mujer como ama de casa y al hombre para la vida pública. En dicho caso, podría exponerse dos casos de violencia estructural interrelacionados: Desde la perspectiva de una mujer, podría mencionarse la situación de aquella a la que no se le permitió tener ni siquiera educación básica por considerar que “no le serviría de nada, ya que es mujer y debe estar en la casa”, y que además trabaja sin un salario, sus finanzas son controladas por su pareja sentimental y no se le permite tener trabajo (violencia económica). Y, en contraposición, se podría situar a una mujer dentro del mismo contexto familiar que, al ser de las primeras de su árbol genealógico en estudiar una carrera universitaria, es criticada por los hombres ascendentes en parentesco de la familia, por querer “destacar como si fuera hombre en vez de buscar cómo casarse”.     

Corresponde a un conflicto de roles de género que no solo afecta en la ‘‘cotidianeidad” de las mujeres. Por otro lado, desde la perspectiva de un hombre. Los hombres, que por diversas razones laborales y académicas conviven únicamente los fines de semana con sus parejas en casas familiares en las que coexisten con sus familias y su pareja e intentan distribuir el trabajo doméstico por lo que se les da mejor a ambos, es decir, uno se encarga de la limpieza de la casa, lavar la ropa de ambos, doblarla y lavar los platos y la otra de cocinar y poner la mesa, dos actividades que por lo general se realizan en la habitación y que no son visibles; lo que provoca cuestionamientos de sus padres de que en esa relación ellos hacen todo y ellas no hacen nada, o la típica “¿para qué tenés mujer si no te va a servir?”,  o el tradicional cuestionamiento que nos pasa a todos, acerca del que debería avergonzarnos que ellas paguen la comida por delivery o la cena del restaurante, etc.   

Como última categoría de análisis encontramos la violencia simbólica, por medio de manifestaciones casi imperceptibles por cuanto normalizadas en las calles: el acoso callejero, sufrido mayoritariamente (aunque no exclusivamente) por mujeres, y ejecutado por hombres. Sobre todo en América Latina, dado que se normaliza que exista una jerarquización social donde el hombre es el sujeto dominante, revestido de privilegios otorgados por el concepto socialmente construido de la masculinidad, con capacidad plena para actuar libremente y según su voluntad en la vida pública; mientras que, por otro lado, se encuentra la mujer como sujeto dominado por el hombre, relegada a la vida privada, y con una implícita penitencia en caso de que pretenda escapar de dicho margen y se revele a la vida pública: debe vestir de manera “recatada” y tratar de no llamar la atención, porque, de lo contrario, un hombre podrá tener derecho a expresar comentarios sobre su físico que podrían ser irrespetuosos y obscenos, pero este comportamiento es justificado por el colectivo bajo el argumento de que existe provocación de la mujer hacia el hombre, apoyando esas ‘‘(...) sumisiones que ni siquiera se perciben como tales apoyándose en unas «expectativas colectivas»’’ que menciona Fernández (2005, p.9) y que cambiarlas es clave para poder pensar en un posible abordaje de este fenómeno.
    
En conclusión, el parvo análisis de las categorías de violencia y cómo se expresan en la violencia de género nos mostró que este es un fenómeno multifacético en el que convergen estos distintos tipos de violencia y se pueden observar por medio de situaciones individuales en las que hay un agresor y una víctima, otras más semánticas producidas por un orden económico, político y social injusto presente en relaciones de discriminación, inequidad, exclusión, etc., e incluso por medio de formas de pensamientos, creencias, sanciones y estereotipos que justifican y fomentan las formas de violencia estructural.
    

Los ejemplos utilizados nos resaltan que la violencia de género no puede ser abordada eficazmente a través de la sanción de actos individuales;  por lo que es necesario analizarla desde un enfoque holístico en el que se desentrañen las estructuras sociales y así desafiar las normas simbólicas que la perpetúan. Adoptar una metodología de aproximación al problema, que aborde las diferentes dimensiones de la violencia de género, es crucial para desarrollar estrategias eficaces de prevención y erradicación, al permitirnos una comprensión más completa de este problema.    

Referencias bibliográficas

Fernández, J. (2005). La noción de violencia simbólica en la obra de Pierre Bourdieu: una aproximación crítica. Cuadernos de Trabajo Social, 18, 7-31. https://core.ac.uk/download/pdf/38812797.pdf.

La Parra, D. y Tortosa, J. (2003). Violencia estructural: u.na ilustración del concepto. Grupo de Estudios de Paz y Desarrollo, Universidad de Alicante.

Marugán Pintos, B. (2013). Violencia de Genero. Revista en Cultura de la Legalidad, 4, 226-233. https://core.ac.uk/download/pdf/270226272.pdf.

Ministerio Público de Guatemala. (2022). Portal estadístico - Observatorio de las mujeres. https://observatorio.mp.gob.gt/portal-estadistico/.  

Poggi, F. (2019). Sobre el concepto de violencia de género y su relevancia para el derecho. Cuadernos de Filosofía del Derecho, 42. https://10.14198/DOXA2019.42.12.

Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de México. (2022). Informe de la secretaria sobre las acciones para combatir el delito defeminicidio y las violencias en contra de la-para-combatir-el-delito-de-feminicidio-y-las-violencias-en-contra-de-las-mujeres.

1 El coautor es nicaragüense, Licenciado en Derecho por la Universidad Centroamericana de Nicaragua, Maestrando en Derechos Humanos y Cultura de Paz por la Universidad Centroamericana. Coordinador de proyectos en la Fundación CEPPA (Centro de Estudios para la Paz). Autor de obras como ''Pedí manos y llegaron mujeres: Situación jurídica de las trabajadoras domésticas nicaragüenses en Costa Rica (2023)''.

2 La coautora es nicaragüense, Licenciada en Derecho por la Universidad Centroamericana de Nicaragua. Maestranda en Derechos Humanos y Cultura de Paz por la Universidad Centroamericana. Asistente de controversias tributarias en Ernst and Young. Autora de obras como ''La Protección especial y el interés superior de la niñez migrante no acompañada en los procedimientos migratorios en Centroamérica: análisis legislativo (2021)''. 

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