1991: Año de expansión y madurez en la misión de
CEPPA
1991: A year of expansion and maturity in
CEPPA's mission
Nikole Céspedes Garita[1]
Resumen
En 1991, la Fundación CEPPA
Costa Rica vivió un año de expansión y consolidación de su misión en educación
para la paz. A través de talleres en instituciones públicas y privadas,
organizaciones comunitarias y espacios de inclusión, sus facilitadores
promovieron la empatía, el liderazgo positivo, la comunicación asertiva y la
convivencia solidaria. Cada encuentro fortaleció valores humanos y
transformaciones personales, demostrando que la paz se construye desde la experiencia
cotidiana. Este año marcó un hito en el crecimiento institucional y en la
siembra de una cultura de paz en diversas comunidades del país.
Abstract
In 1991, the CEPPA Costa
Rica Foundation experienced a year of expansion and consolidation of its
mission in peace education. Through workshops in public and private
institutions, community organizations, and spaces for inclusion, its
facilitators promoted empathy, positive leadership, assertive communication,
and solidarity. Each encounter strengthened human values and personal
transformations, demonstrating that peace is built from everyday experiences.
This year marked a milestone in institutional growth and in sowing a culture of
peace in various communities throughout the country.
1991: Año de expansión y madurez en la misión de CEPPA
El año 1991 marcó un punto
de inflexión en el camino de la Fundación CEPPA Costa Rica. Tras el impulso
obtenido en 1990, la organización entró en una etapa de expansión y madurez que
se reflejó en su creciente presencia en comunidades educativas de todo el país.
Este periodo no solo fortaleció la proyección de CEPPA, sino que consolidó una
visión esencial: la educación para la paz se construye desde la vivencia
cotidiana, la reflexión conjunta y la coherencia ética de quienes facilitan los
procesos formativos.
Desde sus inicios, la
Fundación ha sostenido que los valores, la convivencia y el desarrollo humano
integral no son conceptos abstractos que se enseñan únicamente desde un aula o
un libro. Son prácticas que cobran sentido en el encuentro humano, en el
diálogo y en la capacidad de cada persona para autorreconocerse, comprenderse y
actuar en favor de una vida más justa y armoniosa. En 1991, esta convicción se
hizo palpable en cada institución visitada y en cada experiencia compartida.
La primera gran apertura del
año tuvo lugar en febrero en el Colegio Lincoln de Moravia, donde los talleres
liderados por Celina García y S. Patricia Portuguez profundizaron en la
empatía, el liderazgo responsable y la convivencia solidaria. Ese mismo mes, la
Fundación visitó Fidélitas, en Barrio Escalante, para desarrollar sesiones
enfocadas en la comunicación efectiva y la colaboración, a cargo de los
facilitadores Sara Portuguez y Eduardo Garro. Poco después, CEPPA se trasladó
hasta Monteverde, donde el contacto con la naturaleza se integró como una poderosa
herramienta para promover la paz interior y el sentido comunitario.
A medida que avanzaba el
año, el trabajo de la Fundación se multiplicaba. En mayo, el Preventorio de San
Antonio de Coronado recibió una jornada formativa que fortaleció la autoestima,
la pertenencia y el valor del trabajo en equipo, guiada por Celina García y
Lucía Marín. Un mes después, ASONAGAF en San Sebastián se convirtió en otro
espacio fundamental, donde los talleres de integración y habilidades sociales
reafirmaron el compromiso de CEPPA con la inclusión, la equidad y la dignidad
de todas las personas.
El segundo semestre estuvo
marcado por una presencia aún más fuerte en instituciones educativas. El Liceo
de Costa Rica, una referencia histórica dentro del sistema nacional, abrió sus
puertas el 5 de octubre para recibir talleres centrados en el autoconocimiento,
la expresión emocional y el liderazgo positivo. La Escuela Británica de Pavas
siguió poco después, el 11 de octubre, con actividades que reforzaron la
construcción de valores y la resolución pacífica de conflictos mediante
metodologías participativas que generaron entusiasmo en docentes y estudiantes.
La presencia de CEPPA
también se sintió profundamente en el Colegio Nuestra Señora del Pilar, donde
durante tres jornadas (el 18, 19 y 21 de octubre) se promovieron dinámicas de
conciencia social, cooperación y empatía. Estas actividades, facilitadas por
Celina García, Shannon Huntsberry, Ana Leticia Rodríguez y Alejandro Leal,
suscitaron en los jóvenes una reflexión genuina sobre su papel en la
construcción de una sociedad más justa y pacífica.
A lo largo del año, otras
alianzas continuaron fortaleciéndose. La Escuela José María Calderón volvió a
trabajar junto a la Fundación para profundizar en la comunicación asertiva y la
resolución pacífica de conflictos, mediante procesos vivenciales guiados por
Celina García y Elizabeth Villalobos. Y hacia el cierre de 1991, el Instituto
Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud (INCIENSA) en
Tres Ríos se sumó a este recorrido mediante espacios de reflexión sobre valores
institucionales, compromiso ético y convivencia respetuosa.
Mirar hacia atrás permite
reconocer que cada taller, cada encuentro y cada institución visitada
constituyeron una pieza fundamental en la construcción del legado de CEPPA. El
trabajo incansable de facilitadores como Celina García, Shannon Huntsberry,
Lucía Marín, Elizabeth Villalobos, Sara y Patricia Portuguez, Ana Leticia
Rodríguez, Alejandro Leal y Eduardo Garro hizo posible sembrar semillas de
transformación personal y colectiva en cada comunidad educativa.
El año 1991 quedó registrado
como un capítulo de expansión y fortalecimiento. Fue un año en el que la
Fundación reafirmó que la paz no es una meta distante, sino una práctica
cotidiana que nace del reconocimiento de nuestra humanidad compartida. A través
de su presencia constante, CEPPA demostró que la educación para la paz puede
alcanzar escuelas, asociaciones, comunidades rurales y centros institucionales,
dejando una huella profunda en la vida de quienes participan.
Ese espíritu de compromiso
humanista, vivido con coherencia y entrega, sigue siendo el cimiento sobre el
cual la Fundación continúa construyendo su labor en Costa Rica. Y, al mirar
este recorrido histórico, queda claro que 1991 no solo fue un año de logros:
fue un recordatorio de que la transformación social comienza en las pequeñas
acciones que promueven el respeto, la empatía y la convivencia pacífica.
[1] Nikole
Céspedes Garita, Estudiante de Bachillerato en Ciencias de la Educación
Preescolar, Universidad Americana, San José, Costa Rica.

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