1992: Historias que construyeron paz en Costa Rica

 

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1992: Historias que construyeron paz en Costa Rica

1992: Stories that built peace in Costa Rica

Nikole Céspedes Garita[1]

Resumen

En 1992, la Fundación CEPPA vivió un año de expansión y consolidación de su labor educativa en valores y cultura de paz. A través de talleres con docentes, jóvenes, comunidades y personas privadas de libertad, se fortalecieron la comunicación, la autoestima, el liderazgo y la resolución pacífica de conflictos. Cada encuentro reafirmó la importancia de la educación vivencial como herramienta de transformación social. El año cerró con un balance positivo, marcado por el compromiso del equipo facilitador y el impacto generado en instituciones de todo el país.

Abstract

In 1992, the CEPPA Foundation experienced a year of expansion and consolidation of its educational work in values and culture of peace. Through workshops with teachers, young people, communities, and incarcerated individuals, communication, self-esteem, leadership, and peaceful conflict resolution were strengthened. Each meeting reaffirmed the importance of experiential education as a tool for social transformation. The year ended on a positive note, marked by the commitment of the facilitation team and the impact generated in institutions throughout the country.

 

1992: Historias que construyeron paz en Costa Rica

Recordar 1992 en la trayectoria de la Fundación CEPPA es volver a un momento de crecimiento institucional y consolidación de una visión que, desde sus orígenes, ha apostado por la transformación social mediante la educación en valores y la convivencia pacífica. Fue un año marcado por la expansión del trabajo a distintas regiones del país, pero también por la reafirmación de un propósito profundamente humanista: construir paz desde las personas y para las comunidades.

Desde su creación, CEPPA ha concebido la educación como un espacio vital para cultivar la empatía, la cooperación y la resolución pacífica de los conflictos. Durante 1992, esta convicción se tradujo en múltiples iniciativas dirigidas a docentes, estudiantes, funcionarios públicos, líderes juveniles y personas privadas de libertad. Cada actividad se convirtió en un laboratorio vivo de reflexión, crecimiento y diálogo, donde la paz se entendió no sólo como un ideal, sino como una práctica cotidiana.

Uno de los hitos del año tuvo lugar el 17 de febrero en el Colegio Santa Ana de Liberia. Allí, un equipo de facilitadoras  (Celina García, Jennifer Orozco, Isabel Salazar, Edilia Vargas y Virya Bustamante) desarrolló un proceso de capacitación que integró dinámicas grupales, espacios de autoexploración y análisis colectivo sobre valores, autoestima y comunicación. La respuesta de los participantes reflejó la efectividad de una pedagogía basada en la vivencia: docentes y estudiantes se reconocieron como actores capaces de mejorar el clima del aula mediante la escucha activa, el respeto mutuo y el trabajo colaborativo.

Meses después, el 11 de junio, se abrió otro espacio relevante en las oficinas del Ministerio Nacional de Juventud en San José, bajo la facilitación de Margot Carlomagno. Este encuentro permitió articular un diálogo urgente sobre los desafíos de la juventud costarricense en un contexto de transformaciones sociales, así como sobre la necesidad de fortalecer liderazgos positivos. CEPPA aportó herramientas para promover la participación juvenil, la toma responsable de decisiones y la construcción de ciudadanía desde los valores, subrayando la importancia de empoderar a las nuevas generaciones frente a los riesgos de la violencia y la exclusión.

Hacia el final del año, el 3 de diciembre, el equipo vivió una de las experiencias más significativas de 1992: una intervención en el Centro Penitenciario La Reforma. Allí, el trabajo se centró en el crecimiento humano, la reconciliación personal y la reconstrucción de la autoestima de personas privadas de libertad. El encuentro evidenció que la educación para la paz tiene un alcance que trasciende las aulas; puede florecer incluso en los entornos más adversos, cuando se ofrece desde la sensibilidad, la dignidad y el respeto. Las palabras de gratitud de los participantes confirmaron la importancia de abrir espacios donde sus historias pudieran ser escuchadas y resignificadas.

El ciclo anual cerró el 13 de diciembre en el Colegio El Pilar de Escazú, en una jornada coordinada por Ana Leticia Rodríguez. Este espacio permitió recoger los frutos de todo un año de trabajo: dramatizaciones, actividades grupales y reflexiones conjuntas que evidenciaron el impacto de los procesos vividos. Estudiantes y docentes compartieron aprendizajes y testimonios que reafirmaron la importancia del respeto, la cooperación y la convivencia pacífica como pilares de la vida escolar.

En conjunto, las acciones realizadas durante 1992 simbolizan una etapa de madurez y proyección nacional para la Fundación CEPPA. La metodología participativa y vivencial, sumada al compromiso de las facilitadoras y a la apertura de cada institución visitada, permitió consolidar un modelo educativo centrado en la dignidad humana. Cada encuentro fue un espacio de aprendizaje mutuo en el que educadores, jóvenes y comunidades se reconocieron como protagonistas de procesos de cambio social.

El balance del año permite afirmar que CEPPA cerró 1992 fortalecida, coherente con su misión y con la certeza de que cada esfuerzo, por pequeño que pareciera, sembró una semilla de transformación. El espíritu de servicio, la calidad humana del equipo facilitador y la confianza de las instituciones fueron la base de un periodo que dejó huellas profundas en cientos de personas.

Hoy, al mirar atrás, el legado de 1992 sigue vivo en la memoria institucional de la Fundación. Fue un año de compromiso, esperanza y aprendizaje continuo, que reafirmó el propósito de educar para la paz y formar ciudadanos capaces de construir relaciones basadas en el respeto, la empatía y la justicia social. Es un capítulo que inspira, que recuerda el valor de cada acción educativa y que sigue iluminando el camino hacia una Costa Rica más humana y pacífica.


[1] Nikole Céspedes Garita, Estudiante de Bachillerato en Ciencias de la Educación Preescolar, Universidad Americana, San José, Costa Rica.


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