1993: Un año de expansión, esperanza y compromiso humano

 

RCC-Monjas-1993

1993: Un año de expansión, esperanza y compromiso humano

1993: A year of expansion, hope, and human commitment

Nikole Céspedes Garita[1]

Resumen

En 1993, la Fundación CEPPA vivió un año de expansión y consolidación de su misión de promover la cultura de paz en Costa Rica. A través de talleres, encuentros y procesos formativos en comunidades, centros educativos, instituciones penitenciarias y organizaciones públicas, impulsó valores como la empatía, el respeto y la convivencia. Su labor se extendió también a Nicaragua, fortaleciendo el intercambio regional. Gracias al trabajo comprometido de sus facilitadoras CEPPA estableció bases sólidas para convertirse en un referente en educación para la paz y en la transformación positiva de personas y comunidades.

Abstract

In 1993, the CEPPA Foundation experienced a year of expansion and consolidation of its mission to promote a culture of peace in Costa Rica. Through workshops, meetings, and training processes in communities, educational centers, prisons, and public organizations, it promoted values such as empathy, respect, and coexistence. Its work also extended to Nicaragua, strengthening regional exchange. Thanks to the dedicated work of its facilitators, CEPPA laid solid foundations to become a benchmark in peace education and the positive transformation of individuals and communities.

 

1993: Un año de expansión, esperanza y compromiso humano

El año 1993 ocupa un lugar fundamental en la historia de la Fundación CEPPA (Centro de Estudios para la Paz). Fue un período marcado por la expansión, la consolidación institucional y una intensa labor formativa en diversos sectores de la sociedad costarricense. Desde enero de ese año, CEPPA comenzó a construir un camino que pronto lo convertiría en un referente nacional en la educación para la paz, la formación en valores y el fortalecimiento de comunidades. Bajo un enfoque humanista y profundamente transformador, la Fundación asumió el desafío de promover una cultura de convivencia pacífica en contextos variados, desde centros educativos y espacios comunitarios hasta instituciones penitenciarias y entidades públicas.

Desde sus primeros meses, la organización tomó forma a través de experiencias que articularon reflexión, diálogo y construcción colectiva. Entre abril y junio, se desarrollaron talleres que marcaron un hito para el naciente equipo de trabajo. Las primeras actividades se llevaron a cabo del 12 al 14 de abril en el Centro Penal de San Sebastián, en coordinación con la Universidad Estatal a Distancia (UNED). Las facilitadoras Celina García, Mayra Guzmán y Mayra Araya acompañaron procesos de reflexión sobre convivencia, perdón y desarrollo personal, demostrando que la educación para la paz puede florecer incluso en los entornos más desafiantes. Aquellas sesiones iniciales inauguraron una línea de trabajo que con el tiempo se convertiría en una de las áreas más sólidas y significativas del CEPPA.

Durante abril, la Fundación extendió su presencia territorial con un calendario de actividades que alcanzó distintos espacios como Barrio Escalante, La Reforma, el IMAS y Miraflores, para culminar con una jornada en Cibeles de Heredia. Cada intervención, adaptada a la realidad de sus participantes, buscó promover la comunicación afectiva, la cooperación, la resolución pacífica de conflictos y el fortalecimiento del tejido comunitario. La articulación entre facilitadores, vecinos, líderes comunales, docentes e instituciones públicas reflejó un compromiso compartido con la construcción de entornos más solidarios.

El trabajo continuó en mayo y junio con nuevas actividades en centros penitenciarios, comunidades y centros educativos. Durante este período, la Fundación profundizó temas como la escucha activa, la autorregulación emocional, la toma de decisiones responsables y la construcción de acuerdos, tanto con grupos comunitarios como con internos en diferentes ámbitos de La Reforma. También se llevaron a cabo encuentros en la Escuela José María Castro Madriz, y se fortalecieron vínculos entre organizaciones como Barrio Escalante e IMAS, demostrando que la transformación social se construye desde el diálogo entre sectores.

A partir de julio, la expansión del CEPPA alcanzó nuevas áreas, como la Escuela de Comunicación Colectiva y otros espacios educativos. En julio y agosto se realizaron talleres con internos de La Reforma, encuentros en la UNED de San Sebastián y actividades en el Centro de Salud de Alajuela y en Paso Llano, donde se abordaron temas vinculados a la empatía y al trato humanizado desde el ámbito de la salud. Estas experiencias evidenciaron que la cultura de paz no se limita a la formación académica, sino que también permea la atención sanitaria, las relaciones laborales y los vínculos comunitarios.

La labor de octubre reafirmó el alcance de CEPPA en el ámbito educativo. Un mini taller en la Angloamericana, como parte del programa RCC, ofreció un espacio para reflexionar sobre la paz interior, la ética y la cooperación, cerrando así un año especialmente productivo. No obstante, 1993 también estuvo marcado por actividades significativas durante septiembre y octubre que profundizaron aún más el trabajo de la fundación, en la institución Nuestra Señora del Pilar, en Escazú, se llevaron a cabo encuentros que invitaron a la comunidad educativa a pensar la paz como un camino de vida, involucrando a docentes, estudiantes y familias en un proceso de construcción colectiva.

Ese mismo mes, CEPPA extendió su impacto a nivel internacional, con talleres realizados los días 16, 17 y 18 de septiembre en Nicaragua. El equipo de facilitadoras (Inés, Virginia, Blanca y Dylana) promovió reflexiones sobre los valores, la educación emocional y la resolución pacífica de conflictos, fortaleciendo los lazos de cooperación regional y destacando la importancia del intercambio pedagógico entre países centroamericanos.

Finalmente, del 1 al 8 de octubre, la comunidad de Pueblito en Paraíso de Cartago se convirtió en un espacio vibrante de participación y aprendizaje guiado por Karen Vargas. Las actividades desarrolladas allí demostraron que la educación para la paz puede transformar dinámicas comunitarias, fortalecer liderazgos locales y abrir espacios para que las familias dialoguen sobre convivencia, respeto mutuo y armonía social.

En conjunto, todas estas experiencias consolidaron a CEPPA como una organización capaz de adaptarse a las necesidades específicas de cada contexto sin perder de vista su propósito central: fortalecer las capacidades humanas para convivir en paz. El 1993 fue un año de siembra, de alianzas y de expansión, pero sobre todo, fue un año que demostró que la educación para la paz se construye desde el contacto humano, la escucha, la empatía y el compromiso colectivo.

Reflexión final

El año 1993 dejó una huella profunda en la historia institucional de CEPPA. La entrega y profesionalismo de facilitadoras como Celina García, Luzmilda Acuña, Mayra Guzmán, Mayra Araya, Cecilia Calderón, Vilma Peña, Nancy de Almeida y Karen Vargas fueron esenciales para impulsar una labor que trascendió aulas, comunidades y fronteras. Gracias a su trabajo, ese año marcó los cimientos de un proyecto que, con el tiempo, continuaría inspirando a generaciones comprometidas con la dignidad humana, la justicia social y la no violencia.

Recordar 1993 es volver al momento en que la semilla fue sembrada con fuerza y esperanza. Fue un año decisivo que consolidó a CEPPA como un agente transformador en Costa Rica y más allá, reafirmando la convicción de que educar para la paz es una apuesta que cambia vidas, comunidades y sociedades enteras.


[1] Nikole Céspedes Garita, Estudiante de Bachillerato en Ciencias de la Educación Preescolar, Universidad Americana, San José, Costa Rica.

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