Un camino de expansión y humanismo: La huella de CEPPA en 1995

Jalisco-PAV-1995

Un camino de expansión y humanismo: La huella de CEPPA en 1995

A path of expansion and humanism: CEPPA's legacy in 1995

Nikole Céspedes Garita[1]

Resumen

La Fundación CEPPA vivió en 1995 un año de expansión y profundo compromiso social, fortaleciendo su presencia en centros educativos, comunidades y espacios penitenciarios. A través de talleres, encuentros y procesos formativos, promovió valores de convivencia, educación emocional y resolución pacífica de conflictos. Su labor alcanzó diversas regiones del país y se proyectó internacionalmente, consolidando su liderazgo en educación para la paz. Cada actividad reafirmó su visión humanista y su convicción de que la transformación social comienza en el desarrollo integral de las personas.

Abstract

In 1995, the CEPPA Foundation experienced a year of expansion and deep social commitment, strengthening its presence in educational centers, communities, and prisons. Through workshops, meetings, and training processes, it promoted values of coexistence, emotional education, and peaceful conflict resolution. Its work reached various regions of the country and was projected internationally, consolidating its leadership in peace education. Each activity reaffirmed its humanistic vision and its conviction that social transformation begins with the comprehensive development of individuals.

Un camino de expansión y humanismo: La huella de CEPPA en 1995

El año 1995 marcó un capítulo decisivo en la historia de la Fundación CEPPA. Fue un período caracterizado por la expansión territorial, el fortalecimiento institucional y la reafirmación del compromiso con la educación para la paz, los derechos humanos y la convivencia solidaria. A través de una intensa agenda de talleres, encuentros comunitarios y programas de reeducación, CEPPA consolidó su presencia tanto en espacios educativos como en centros penitenciarios, llevando su mensaje humanista a diversos sectores de la sociedad costarricense y a países de la región.

Desde sus primeras acciones del año, la Fundación reafirmó la convicción que ha guiado su labor desde su origen: la paz se educa, se construye en comunidad y germina en el desarrollo ético de cada persona. Este espíritu acompañó cada una de las actividades que consolidaron 1995 como un año de crecimiento profundo.

Construcción de convivencia desde el ámbito educativo

El trabajo del año inició con procesos de formación dirigidos a docentes y líderes educativos, reconociendo en ellos actores fundamentales para la transformación social. En el Colegio Saint Clare y, posteriormente, en el Colegio Saint Francis, se desarrollaron talleres centrados en la empatía, la comunicación no violenta, la gestión de conflictos y la educación emocional.

Estas jornadas, lideradas en gran parte por la facilitadora Celina García, promovieron la reflexión sobre el papel del educador como guía en la construcción de relaciones humanas más sanas. Con dinámicas participativas y espacios de diálogo, los docentes fueron invitados a fortalecer sus habilidades socioemocionales, mientras los estudiantes exploraron la importancia de responsabilizarse por sus acciones y cultivar vínculos respetuosos. Las actividades dejaron un impacto significativo, subrayando la relevancia de integrar los valores de paz en la formación integral desde edades tempranas.

De igual manera, el mes de julio trajo consigo nuevos encuentros en comunidades educativas, como el Colegio Santa Elena y el Colegio Nuestra Señora del Pilar, donde se reforzaron temas como el respeto, la convivencia armónica y la solidaridad. Estos espacios contribuyeron a fortalecer redes de apoyo entre instituciones comprometidas con mejorar la vida escolar y fomentar ambientes seguros para el aprendizaje.

Trabajo en comunidad: la paz como proceso colectivo

Más allá de las aulas, la fundación desarrolló iniciativas para fortalecer la convivencia en distintos territorios del país. Uno de los primeros encuentros del año se llevó a cabo en el Salón Comunal del Corazón de Jesús, donde vecinos y líderes comunales participaron en actividades enfocadas en la comunicación asertiva, la cooperación y la resolución pacífica de conflictos. Este enfoque participativo, característico del método CEPPA, permitió que las personas encontrarán un espacio seguro para expresar sus inquietudes y reflexionar sobre la importancia de la paz en los vínculos cotidianos.

A lo largo de 1995, la fundación también llegó a comunidades como Silor, en Pérez Zeledón, así como a espacios de formación en la Finca Ande, en San Antonio de Belén. En estos encuentros se trabajaron temas vinculados con la educación emocional, la convivencia comunitaria y la construcción colectiva de bienestar. La participación activa de docentes, líderes sociales y vecinos reflejó la necesidad y al mismo tiempo el deseo de construir comunidades más empáticas y colaborativas.

Educación y reeducación en centros penitenciarios

Uno de los pilares más representativos del año fue la profunda labor realizada en centros penitenciarios. En 1995, el CEPPA desarrolló talleres en La Reforma, el Centro Penal de San Ramón, el Centro Institucional de Liberia, el Buen Pastor y el Centro de Atención en San Sebastián. Bajo la coordinación de facilitadoras como Karen Vargas y Celina García, estos espacios se enfocaron en promover la autoestima, la responsabilidad personal, la reconstrucción emocional y la resolución pacífica de conflictos internos.

Los círculos de diálogo, los ejercicios de autoconocimiento y las dinámicas sobre perdón y proyecto de vida permitieron a las personas privadas de libertad explorar posibilidades de cambio y encontrar herramientas para reconstruir sus relaciones y fortalecer su identidad. La fundación reafirmó así su visión humanista: la educación como motor de dignificación, esperanza y reinserción social.

La continuidad de estas acciones a lo largo del año evidenció el compromiso de CEPPA con poblaciones históricamente marginadas, generando procesos significativos tanto en hombres como en mujeres privadas de libertad. Estos talleres se convirtieron en espacios de encuentro, escucha y crecimiento mutuo.

Proyección latinoamericana y fortalecimiento institucional

El año también estuvo marcado por un impulso internacional. En agosto, la Fundación viajó a Jalisco, México, para compartir experiencias sobre programas alternativos a la violencia. Poco después, representantes de CEPPA participaron en un taller en la Pontificia Universidad Católica de Perú, donde presentaron el Programa Alternativa a la Violencia (PAV). Esta participación destacó el liderazgo del CEPPA en la región y reafirmó su capacidad para aportar metodologías innovadoras en educación para la convivencia.

Paralelamente, la sede de Barrio Escalante continuó siendo un punto de encuentro y reflexión estratégica. Desde allí se coordinaron proyectos, se revisaron aprendizajes acumulados y se fortaleció la identidad institucional. Este trabajo interno fue crucial para sostener la calidad y el impacto de las intervenciones desarrolladas durante el año.

Un cierre lleno de reflexión y esperanza

El año concluyó con una nueva jornada en La Reforma, donde se retomaron temas de perdón, empatía y reconstrucción personal. Este cierre simbólico representó la esencia de un año lleno de aprendizaje mutuo: la convicción de que la paz se construye paso a paso, desde la dignidad humana y la apertura al cambio.

Reflexiones finales

Mirar hacia 1995 es reconocer un período de expansión, humanismo y renovación para la Fundación CEPPA. Cada actividad desarrollada desde un taller en un aula escolar hasta un círculo de diálogo en una cárcel reflejó la coherencia entre la misión institucional y la acción concreta. Fue un año donde la Fundación no solo creció en presencia territorial, sino también en profundidad ética, consolidándose como un referente regional en la promoción de la paz y la convivencia.

Las huellas de ese año perduran en cada persona y comunidad que participó en los procesos formativos. Perduran también en la memoria institucional de CEPPA, recordándonos que la paz es un camino que se construye con compromiso, sensibilidad y la firme convicción de que toda persona tiene la capacidad de transformarse y transformar su entorno.



[1] Nikole Céspedes Garita, Estudiante de Bachillerato en Ciencias de la Educación Preescolar, Universidad Americana, San José, Costa Rica.

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